sábado, 29 de octubre de 2011

Día 22: Cartagena

Sigue lloviendo en Cartagena y, por lo que hemos visto en el telediario, también llueve por toda Colombia. En ciertas zonas se habla de inundaciones y desprendimientos de tierra importantes. Pero debe de ser algo bastante frecuente en el país. Ya nos contaron que hace sólo un par de años, estuvo lloviendo en todo Colombia durante más de 300 días seguidos. Vaya full. A mí me da algo, vamos. Ni los galleguiños. Las inundaciones en Chía, por ejemplo, fueron históricas, y la peña tenía que desplazarse en barca. Y por allí tendrán barca los tres pastados de turno.

Hoy, en el vigesimosegundo día de viaje (¿¿Ya 22?? REALLY???), el equipo se separa por primera vez. Da penica. Oooooh. Anitosss y Leoncio se han pirado en bus para pasar unos días en Bogotá con la madre de Anita (que ya se instala en Colombia) y también con su hermana pequeña (ex de Leo). Les esperan como veinte horitas de bus, que al final serán veinticinco, treinta o cuarenta...  Se va a hacer un poco raro estar sólo dos, porque llevamos ya tres semanas seguidas haciendo los cuatro todo juntos. Como los mosqueteros. Aunque de momento seguimos cagando de uno en uno. En fin, seguro que en pocos días nos volvemos a juntar todos en Medellín, ésa es la idea.

Piña y yo nos vamos a dar la última vuelta por Cartagena. A mí me apetece mucho un poquito de McDonalds, así que con la excusa de ir a comer allí, nos damos un paseo hasta la otra zona de la ciudad que no conocíamos: el barrio de Bocanegra. Son una serie de edificios muy altos de pisos y oficinas. Pequeños rascacielos que marcan un fuerte contraste en comparación con las pequeñas casitas de colores del centro. Por el barrio hay tiendas de marca de ropa norteamericana y europea y establecimientos de comida rápida de los gringos. Parece que tienen de casi todo.  La gozadica con el Big Mac es considerable. La verdad es que yo disfruto tanto como con el jamón de bellota, las gambas de Huelva, el chuletón de Donosti, o el foie. Y lo mismo me sucede con un buen plato de pasta o una tortilla crudita de patatas. Así que cada vez que estemos en una gran ciudad, me iré, aunque sea solo, en búsqueda de mi hamburguesa yankie, y de esa manera acabaré con el monazo que me entra cuando llevo unas semanas sin ingerir esa deliciosa e incopiable basura.

Mañana, Javi y yo partiremos hacia Capurganá. El viaje pinta a coñazo, y realmente, no sabemos muy bien si podremos llegar de una sola tacada, pero pinta a que no. Veremos qué pasa, y aunque prisa no tenemos, sí que es hora de dejar atrás esta bonita y agradable ciudad.

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