Después de muchos años soñando con ello, después de muchos meses preparándolo, y después de casi diez horas de vuelo, llegamos a Bogotá, capital de Colombia. Hora local: 15.18.
El viaje no ha sido tan pesado. Las ganas, la emoción, el nerviosismo, y un par de pelis, hacen que las horas pasen más rápido de lo que pensábamos. Llegamos a la terminal El Dorado, y la primera impresión es que los españolitos no caemos muy bien. Anita y Leo pasan sin problemas y a Javi y a mí nos cachean y nos hacen muchas preguntas. Finalmente salimos sin problemas, pero sin la mochila de Anita. Iberia apesta y se han dejado el macuto en Barajas. España va bien.
Sol y nubes, temperatura agradable a las 16.00. Nos recoge y acoge en su casa Edmundo, tío de Anitosss. Una persona encantadora, muy comunicativa y que nos recibe como en nuestra propia casa. Vive en un piso realmente bonito, con estilo, en el barrio de Chicó, en la zona norte de la ciudad. Es un barrio bien, y nos damos cuenta de ello dando un paseo por el mismo con Edmundo. Nos tomamos el primer café colombiano en una terracita muy agradable. Estaba rico, claro.
Volvemos a casa y vemos un rato la tele los cinco; un reality colombiano rollo Lluvia de estrellas. Mucha tela. Mientras vemos la caja tonta, nos tomamos un agua de coca. Estaba buena, y el tío nos cuenta que da fuerzas y que viene bien para el mal de altura, entre otras cosas. Hace frío y el invento indígena entra muy bien. Después salimos a cenar por el barrio, queremos ir al Pollito, pero ya está chapado y acabamos en el McDonalds. El Big Mac nunca falla, amigos.
En cuanto se va el Sol hace frío en esta ciudad. Estamos a 2.600 metros de altitud, no es moco de pavo. Anochece pronto, como a las 18.00-18.30. Hay que abrigarse. Después de cenar volvemos a casa y nos acostamos pronto porque estamos reventadicos, llevamos como 21 horas despiertos y sin parar.
Cansados, contentos, ilusionados, y con mil planes en la cabeza.
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