domingo, 9 de octubre de 2011

Día 9: San Gil

Amanecemos. Nos despiertan a Leoncio y a mí. Yo vivo sin reloj, sin móvil (casi siempre lo lleva Anita), es decir, sin hora, sin despertador, y sin consciencia alguna de en qué momento vivimos. Y tan ricamente, oigan.

Vamos en buseta a San Gil. Para hacernos una idea: San Gil tiene unos 100.000 habitantes, aunque mucha población es flotante (los puentes y en verano se pone hasta las patas). El resto del año está más relajado. Es un lugar agradable. Me recuerda un poco a Jaca; por el estilo de las calles, las casas, y por las montañas que nos rodean.

La actividad de hoy ha sido ir a una cueva. A la cueva llamada Vaca. Ha sido muy, muy molón. Y he podido hacer fotos ya que llevaba la cámara acuática. Había momentos que nos teníamos que tirar al agua. Sumergirnos en ella para atravesar un paso bajo el agua, buceando. Al principio, había instantes en que pensabas que podía aparecer cualquier tipo de criatura debajo del agua marrón, o detrás de una estalagmita. Había sapos, cucarachas enormes y murciélagos. Y vete a saber qué más fauna chunga subterránea había ahí debajo, de la cual el guía no nos mencionó nada. Estuvo realmente guapi. Todos hemos comentado que era la típica experiencia que no se te iba a olvidar nunca. Nos os vayáis a pensar que fue una locura que exigía destreza suma. No. Pero yo me sentía en algún momento como Indiana Jones, ¡o Rambo! Flipándola. Piña y yo que íbamos los últimos nos descojonamos mucho. ¡Aventurica!

A la vuelta hubo guerra de barro y todo el copetín. Españoles. Yo creo que el guía se lo estaba pasando chachi piruli con nosotros. A la salida de la cueva, paseamos entre algunas vacas y comemos guayabas muy ricas. Directamente de los árboles. Qué gozo. Y es que les sobran.




















Luego nos hemos tomado unas birrens tirados en una calle de Curití; recibiendo la última hora de Sol del día. Calienta. Se está realmente bien. Yo necesito Sol. Lo necesito. Creo que es la droga más dura de todas las que pueda haber.



Cenamos todos unas empanadas en la calle. Están de muerte. Con dos ya te pones como un cochino. Nos lleva Iván, que conoce muy bien el pueblo y toda la zona. Es una persona encantadora, como toda su familia. Nos ha estado facilitando la vida desde que bajamos de la buseta y pisamos San Gil. Ha sido un placer conocerles, de verdad.
Nos acostamos como a las doce, porque mañana queremos intentar hacer rafting en el Suárez. ¡Qué ganas! Me ha flipado este deporte. ¡A todos! A ver si hay suerte y el río nos permite jugar un poquito con él.



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