martes, 18 de octubre de 2011

Día 15: Tayrona

Como a las nueve in the morning vamos todos a Tayrona. Con una mochila pequeña cada uno, nuestro equipo de buceo y aprovisionamientos varios. Tardamos como media horita en llegar hasta la Playa del Amor. En el barco, vamos el capitán, un par de ayudantes, instructor, monitores, cocinera, tres israelíes que también son clientes y nosotros, el equipo.

Estamos solos en la playa, como ya nos habñian contado. Tayrona es un parque nacional, una reserva, y el número de plazas de entrada al día están limitadas. En una de las varias playitas uqe tiene el parque, estamos instalados todos nosotros, ya que nuestra escuela de buceo es la única que puede acampar allí de noche, gracias a unos acuerdos que tienen para preservar el medio (una guardería de coral entre otros proyectos).

El tema mola mucho.  Es una playita pequeña, virgen, pura, limpia. Y detrás de ella se extiende un inmenso, frondoso y verde bosque repleto de árboles, en el que ni te planteas meterte tú solito porque no sabes qué tipo de fiera puede presentarse delante de ti en cualquier momento.

Hacemos dos inmersiones en el mar. La primera sólo a unos dos metros de profundidad, para repetir todos los ejercicios de la piscina e ir acostumbrándonos. Debo decir que en el primer minuto también me agobié, pero pasó rápido y empecé a gozarla sin darme cuenta. La segunda inmersión ya ha sido como a doce metros. Una gozada. Cuando estás ahñi debajo se te olvida absolutamente todo. Estás sólo tú, tu respiración pausada estilo Dark Vader, y la inmensidad del océano. Te encuentras, de repente, como flotando en un líquido denso, rodeado de tus amigos, con esas gafotas enormes que te ponen cara de susto, y con esos ojos como platos porque no dejas de ver animales y plantas marinas como nunca antes los habías visto, en todo su esplendor.

Nos relajamos en la playuki, leemos, escuchamos music, hacemos fotos, y bebbemos birras que nos hemos llevado hasta allí. El relax por la tarde en la playa es máximo. Todo es perfecto, excepto cuando llegan las cinco de la tarde y el día empieza a llegar a su fin: los mosquitos del infierno hacen su presencia. De cinco a siete de la tarde son sus dos horas diarias para putear al personal, y os juro que la lección la tienen aprendida al dedillo, los jodidos empollones.  El mosquito en cuestión es del tipo Hengén, o algo así. Son diminutos, casi ni se le ve. Pero pican a saco. Son cientos, miles, millones de kamikaces: no tienen miedo ni piedad. Pillamos a saco, porque nos explican que se vuelven to locos cuando llueve y luego no hay brisa que se los lleve. ¿Querías café? Pues toma dos tazas, maño. Nos hinchamos de mosquitos, bueno, ellos se hinchan de nosotros.

Nos acostamos pronto, aquí las noches son muy largas. Estamos cansados del buceo, y los mosquitos desquician hasta la persona más zen del planeta. Fijo que el Chus Mari este de la tele tendría más de un truquillo para prevenir y también para curar los ataques de los dichosos coleópteros. Ya nos veo meándonos unos encima de los otros antes de sobar. Bufff, si hace falta, ¡se hace!















Como dice Borjita, bucear ha sido una aventura inolvidable. Debajo del mar, me senti como "Arielle la Sirenita" cruzándome con morenas verdes gigantescas, pulpos blancos y todo tipo de peces de mil colores. Anda que no he soñado con ser esta sirenita, me parece que habré mirado la peli mas de un millón de veces. No sé, como mi madre me lo aguanto!!
Por eso, quiero compartir este link, y amigos así me fue debajo del mar (vamos igualito!!)

En francés (porque es la versión de mi infancia):

http://www.youtube.com/watch?v=NDKpAPJfns4

En español:

http://www.youtube.com/watch?v=s30jrh7HJ1U

Anita

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