Después de dormir unas cinco horitas, nos despertamos los siete. El agua de la ducha aquí también está fría. Sí, llevamos ya ocho días duchándonos con agua bien fresquita (en casa de Edmundo están reparando la bomba de agua caliente). Y será muy bueno para la circulación y todo lo que tú quieras, pero yo sufro como cuando me toca ir al dentista. ¡Peloticas como canicas!
Nos metemos los siete en el coche de Julia (cinco plazas) y vamos a desayunar al restaurante de la familia de Iván a San Gil. Hasta el culo es poco. Arepas, bollitos, huevos fritos, sopa de patatas y chocolate caliente o café. Buenísimo todo. Salimos rodando de allí y vamos a intentar el tema rafting. Es un deporte divertidísimo. Lo hacemos en el río Forces. Nivel 2-3. Era la primera vez para todos, pero la verdad es que ha sido bastante fácil. El rollico era muy de family time. Aún así, volcamos el bote (adrede), hacemos caballito y también nadamos fuera del bote un rato río abajo. Qué guapo. Una sensación increíble. Porque, además, el paisaje es de película. Te sale un vietcom con una metralleta de detrás de cualquier arbusto y te lo crees. Nos lo pasamos pipa, el monitor es muy majete y nos lleva muy bien. Nos quedamos con muchas ganas de más. De más rato y de mayor dificultad. Así que probaremos el río Suárez que es de otro level: 4-5. ¡Adrenalina pura!
Diana y Julia se vuelven a Bogotá. Vaya palicica. El equipo, Edmundo e Iván nos vamos a comer. Nos llevan en coche a una aldea cercana llamada el Valle de San José (creo). Y comemos en un restaurante denominado Los chorizos de doña Eustaquia. Estamos allí solos, no hay más clientes; pero se come, como siempre, de puta madre. Chorizos pequeñitos como con una salsa de miel (exquisitos), morcillas blancas de arroz, carne oreada, patatas asadas, y de beber algo nuevo: cerveza con una gaseosa roja y guarapo (licor fermentado de maiz). Se junta todo y la mezcla es un líquido dulzón, pero no excesivamente. Entra muy fácil y fresquito. Dicen que si bebes bastante, te pega una buena bofetada.
Empieza a llover mucho y nos llevan a Curití. La peña quiere siestear. Anita y yo nos aplicamos al interné, en un local justo pegado a casa. Pasamos allí la tarde. Para cenar, nos recoge Edmundo y nos lleva a San Gil, porque en Curití no hay nada a partir de las diez de la noche. Después de dar una vuelta por el pueblo, acabamos Anita, Edmundo, Piña y servidor en Gringo Mike´s Sandwiches. Garito a la americana total. Peazo de burger que me inserto. Mike es una yankie gozador. Se enamoró de San Gil hace años (o de alguna morena colombiana) y se quedó. Empezó con un local minúsculo y ahora tiene un garito genial. Le va de lujo. Y os aseguro que él ya no hace una burger ni en su casa. Ése es el tema, my friends!
Luego a sobar pronto, después de jugar algunas partidas de billar. Toca descansar, porque mañana practicaremos alguna otra actividad.
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