De la estación vamos directamente en taxi a Taganga. Bien de precio. Está como a 10-15 minutos en coche. Taganga el un pueblito costero bastante particular. Ésa es la primera impresión. Es muy peque, y tiene mucho rollo caribeño. De eso no hay duda. El pueblo es un nido para turistas, para hippies, y para todo el que quiera que el tiempo pase despacio y sin ninguna preocupación.
Después de visitar y preguntar como en cuatro o cinco hostales, nos quedamos en el que, seguramente, sea el mejor de todo el pueblo. Bonito; coqueto; y limpio. Y nos podemos pillar un apartamento para los cuatro que está muy bien. Tiene baño, cocina y vistas hacia el mar. El tema de la cocina es fetén, porque así cocinamos nosotros y ahorramos pesitos colombianos.
En el bar del hostel, y en puestos de todo el paseo marítimo, hacen unos jugos naturales (fruta + leche o agua + hielo) que te dan la vida. Y que enganchan. Son un vicio. ¡Cómo está el de banano! Viva la fruta colombiana.
Damos una vuelta por el pueblo y hacemos la compra. Tenemos que volver a Santa Marta porque en Taganga sólo hay un cajero y no funciona. Great. Negociamos un precio mejor para el taxi (vamos mejorando). Anita se queda en casita preparando movidas y nos vamos los hombres. Es primera hora de la tarde, como después de comer. Damos vueltica por Santa Marta. Se ve bastante moderno en comparación con otros lugares del país. Aquí vienen los colombianos a pasárselo bien. Hay tiendas de ropa de las primeras marcas. De todo.
Piña se quería cortar el pelo y se lo corta. Cuatro euris el corte. Se lo hace en una pequeña peluquería regentada por una loca colombiana. Es un hombre de unos 50 palos, muy amanerado, y muy gracioso. El tío dice que la peña va ahí porque es experto em cambios de look, pero Javi únicamente quiere que le corten un poquito. Se le nota que está encantado con nuestra visita. Nos echamos unas risas con él. Buen personaje.
Seguimos el paseo, llegamos hasta la playa, y, sin darnos cuenta, nos metemos en el barrio chunguete de la ciudad. O uno de ellos. Nos miran mucho; bien y mal. Somos muy golosos, en todos los sentidos. Nos ofrecen marihuana y perico por todas las esquinas. Vete a saber luego lo que te dan. Como también hay policías por todos los lados, en ningún instante lo empezamos a pasar mal. Pero, desde luego, por esas calles, de noche, no recomiendo pasear a ningún blanquito europeo. Me quedo algo retrasado por hacer una foto, y una mujer me empieza a gritar desde su puerta: "Fuck me, fuck me". Y no sé qué movida de que se me follaba me iba a derretir. ¡Flipas, co! La verdad es que me pilla es negra y me desmonta. Qué miedito.
Este barrio recuerda mucho a La Habana. Yo nunca he estado allí, pero sí que he visto fotos. ¡Y es que estamos en el Caribe, muchachada! Edificios de colores, derruidos, pero con solera.Mola mucho. Tampoco nos paseamos mucho más porque va a caer la noche y estamos cansadetes. Así que volvemos a Taganga.
Cenamos y bebemos en nuestra terracita. Aunque deberíamos estar reventados, ¡hoy toca rumba! Es viernes y hay ganicas. El ciego es considerable. Hacía tiempo que no entraba esa risa floja. Deambulamos dos horas por el pueblo con una alegría bestial. Crippy. Finalmente, después de visitar El Garaje (vacío), y de pasar del Sensation (hortera), acabamos en El Mirador. Está muy bien. Terrazote lleno de guiris, con el mar y la luna a nuestras espaldas. La música no puede ser más comercial (el CD de David Guetta enterito), pero al menos no es Ballenato (no puedo con él), que es lo que se lleva a rajatabla por esta costa caribeña.
El pedaco que se agarra Leonidas (hoy, una vez más, Pedonilas) es de los gordos. ¡Qué tío! Bastante perjudicado nuestro joven amigo francés. Hoy le a tocado a él. Volvemos a casa casi a rastras, realmente destrozados. Caemos como sacos de patas en nuestras camas. Mañana playita. ¡Por fin!
a varios que seguimos el viaje nos gustaría ver más fotos de los sitios
ResponderEliminarAcabo de poner nuevas fotos para el placer dela gente que nos sigue ;)
ResponderEliminarGracias, Anita, !por las fotos!
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