¡Ya estamos en Ecuador! Había ganitas de cambiar de país, y eso que no tenemos queja alguna de Colombia, ¡al contrario! Después de otras ocho horas en bus, y de estar como dos horitas más en Ipiales haciendo las oportunas gestiones en la frontera, hemos pillado un bus en Tulcán para que nos llevase hasta Otavalo, nuestro primer objetivo en este país.
La primera impresión (en el bus) del país, es que parece estar más limpio que Colombia, que las carreteras están muchísimo mejor, y que la gente, en general, es bastante más tranqui que en el país vecino. El paisaje, de momento, es parecido, quizás menos verde; y el estilo de vida también parece semejante, aunque es pronto para decirlo.
Aterrizamos en Otavalo como a mitad de tarde, ya casi de noche. Es jueves. El timing lo hemos hecho perfecto, ya que lo único interesante de esta localidad, es el mercado de artesanías que montan cada fin de semana. El sábado es el día bueno, pero recomiendan llegar el viernes prontito para pillar sitio en los hostales, ya que se debe petar casi todos los findes del año.
Encontramos un hostal como queríamos: muy barato. Es bastante cutre, pero sólo queremos sobar allí y poco más. Nos instalamos, y rápidamente vamos a cenar algo, porque llevamos muchas horas con muy poca comida en el estómago y estamos a puntico de desfallecer. Después de papear en el primer sitio para guiris que encontramos, sólo nos queda ir al hostel y vegetar un ratito viendo la tele antes de sobarla a tope. Mañana, de día, y con fuerzas renovadas, nos dispondremos a conocer este pueblo.
Estamos contentos. Una nueva etapa del viaje acaba de comenzar. Siempre nos hace ilusión la intriga de una nueva, diferente y desconocida parada en el largo camino que es este cojonudísimo e inolvidable viaje.
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