jueves, 1 de diciembre de 2011

Días 51-55: Lima

Nos ha gustado Lima. Bueno, al menos lo que hemos podido ver de ella, porque como Bogotá, es otro monstruo en donde intentan convivir más de nueve millones de seres humanos. Es una ciudad larguísima, ya que se extiende, en su mayoría, a lo largo de toda la costa. Éste es uno de los atractivos de la ciudad: tiene mar, tiene playa, y eso siempre da vida. Da buen rollo, y da placer. Al menos para mí. Y no es que nos hayamos bañado en el mar, porque no ha sido el caso; pero todos los días, en algún momento, nos íbamos al acantilado, a tomar alguna cerve mirando al océano, o, simplemente, para dar un paseo, recibiendo ese olor que sólo te puede ofrecer la brisa marina.

Aquí sí que hemos salido de fiesta, y lo hemos pasado realmente bien. Buenos garitos tienen por esta ciudad. Además, cierran bastante tarde, horario de España, y eso ha sido una novedad recibida con mucho placer por nuestra parte. El viernes estuvimos Leoncio y yo en un garito que podría ser como de Malasaña, o como de la Zaragoza de hace ya más de diez años. Molaba bastante. Y el sábado estuvimos los cuatro en un discoteca que no tenía nada que envidiar a cualquiera guapa de Madrid. Bastante marcheta, tanto fuera como dentro del hostal. Sí, la verdad es que nos llevamos buen recuerdo de la noche limeña; nos trató bien.

El hostal y el barrio en que vivíamos, The Point y El Barranco se llaman, estaban muy bien, y pasamos la gran parte del tiempo por allí. Teníamos los garitos para salir al lado, había restaurantes locales y también de comida rápida americana, había pisazos y casoplones mirando al mar, y teníamos, cruzando la calle, un pequeño parquecillo que estaba en lo alto de un acantilado, y que miraba al Pacífico. Se estaba realmente bien. Algo tiene el mar que hace que te atrapes delante suyo, y que pasen los minutos y tú no tengas necesidad alguna de mover a otro lado.

También fuimos por el centro de la ciudad, claaaaro. Plaza de Armas y alrededores. Tuvimos la suerte de presenciar el cambio de guardia. Curioso. Totalmente diferente al que hacen en Londres, por ejemplo. Aquí la banda llevaba un ritmazo totalmente diferente. Tucu-pá, tucu-pá.¿Eh, Fredi? Eso sí, también eran bastante más desastre que los de la corona inglesa: en cinco minutos que los vimos, se les cayó la escopeta al suelo a un par. Oye, todo no se puede. Por lo demás, el centro de Lima es bonito, moderno y limpio. No vimos mucho, es cierto, pero el paseo que dimos fue muy agradable y había ambientazo por las calles. Mucha gente paseando por todos los lados, haciendo cosas, planes. Hay mucha vida y eso me gustó. Se parecía en algún momento, un poco, a Madriles; esa ciudad en la que siempre hay personas en las calles, sean la hora y el día que sean.

Otro dato reseñable de estos días fue la comilona que nos pegamos en  "El rincón que no conoces". Este lugar que ahora ya sí conocemos, es un restaurante muy conocido en la ciudad, de comida típicamente criolla. El caso es que la cocina peruana es reconocida mundialmente en los últimos años, y nosotros quisimos aprovechar para darnos un buen homenaje, culinariamente hablando. Estuvimos apunto de ir al conocidísimo restaurante Astrid & Gastón, que también tiene locales en Buenos Aires, Sao Paulo y Madrid, pero finalmente no fuimos porque la hora de la reserva era bastante incómoda, y porque nos recomendaron este otro restaurante. Donde finalmente comimos, iba a ser algo más barato, y, sobre todo, iba a ser comida verdaderamente típica y tradicional del país, sin ningún tipo de mix, fusión o modernismo que debe de ofrecer el más famoso. "El rincón que no conoces" es conocido en todo el país, es considerado el mejor estaurante del mundo de cocina criolla, y en el local puedes ver decenas de fotos de políticos, altos cargos y diferentes personaliades posando con la cocinera y (creo que) dueña del local: una mujer mayor, negra, sin pelo, y con una sonrisa enorme. No creo que la mujer siga en los fogones con toda la pasta que ya debe de tener, pero bueno. La comida estaba rica, el servicio fue realmente excelente, y la experiencia creo que mereció la pena, pero a todos nos dejó algo dubitativos... Quizá esperábamos demasiado, como mucha veces pasa; quizá, la comida criolla no es lo que más le pueda gustar a cuatro europeos; o quizá, simplemente, es que en España y en Francia se come que te cagas, y son los del resto del mundo los que nos envidian a nosotros.

Perú nos está encantando. No tenemos mucho tiempo, y es una pena, porque este país tiene muchos, buenos y diversos planes que ofrecer. Sin duda, vamos a hacer lo más importante (subir el Machu Picchu), y estamos viendo lo que queríamos ver (playas y Lima), pero sí que tenemos la sensación de que es un país en el que se nos van a quedar cositas por hacer, o lugares por conocer. Perú tiene capacidad para distraer al viajero durante muchos días, y por muy diferentes motivos. Nos está sorprendiendo muy gratamente. El país es como el típico corte de tarta de helado de tres sabores: la vainilla sería la fina franja amarilla que va a lo largo de toda la costa; a su lado, en paralelo, nos encontraríamos con el chocolate, que son los imponentes Andes que cruzan todo el país de norte a sur; y a su derecha, de sabor a menta, quedaría toda la extensa zona de jungla amazónica, regada por pequeños y medianos ríos que muchos van a morir al siempre presente río Amazonas.

Ahora nos toca pasar de la vainilla al chocolate; de la arena, el mar y el Sol, a las montañas, el viento y las nubes. Nos vamos a Cuzco, a los Andes, al Machu Picchu. Pero antes, pasaremos por Ica, al sur de Lima, en pleno desierto de Perú, para intentar practicar un poco de sand surfing, o lo que viene siendo: ¡surfear las dunas! ¡VIVA EL PERÚ!
 





 

 



 

2 comentarios:

  1. Enamorada del comment de corte de helado!!!!!!! Enorme!!!!!!
    Have fun y seguid disfrutando!!!!
    besos!

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  2. ¡Jaja! ¡Gracias mil, Mery!

    ¡Muchos besos desde La Paz!

    Joviak

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