Máncora ha sido justo lo que íbamos buscando: pasar varios días en el mismo lugar, sin movernos, y era necesario que ese lugar fuese soleado y con playa. Esta localidad del norte de Perú, vive del turismo desde hace sólo unos diez o veinte años. Antes era únicamente otro pueblo de arena de la larguísima costa peruana, pero algunos empresarios listos, se dieron cuenta de que este lugar ofrece los doce meses del año tres cosas que atraen mucho al turismo: sol, surf y fiesta.
Lo de pueblo de arena es tal y como suena. La costa de Perú es prácticamente un desierto. Sólo hay arena y polvo, polvo y arena. De hecho, cuando vas mirando por la ventana en el autobús, no te extraña que pueda aparecer en cualquier momento el joven Anakin SkyWalker, saliendo de una casa construída en la ladera de la arenisca montaña, preparándose para la siguiente carrera. Monegros no es nada al lado de esto. Otro detalle curioso del paisaje son los perros típicos del lugar. Creémos que son perros... Sí, sí, lo son. Son los denominados "perros sin pelo". El nombre lo dice todo. Dan bastante asco y pena a la vez, la verdad. Son raquíticos, y eso, calvos, sin un solo pelo en todo su penoso cuerpecillo. Y hay alguno que sólo tiene pelo en la cabeza, en forma de cresta, muy punky; parecen sacados de la pandilla de los perros malotes de "La dama y el vagabundo", de Disney.
Como decía, este pueblo vive de su buen clima durante todo el año, del surf (que también se puede practicar durante casi todos los días del año), y de la marcheta que hay casi todas las noches por parte de los guiris. Nosotros hemos disfrutado de las dos primeras ofertas, pero la fiesta nos la hemos ahorrado prácticamente: queríamos descanso. En la playita se estaba de lujo, y más cuando piensas que estás en el mes de Noviembre. Es gocico puro, vamos.
Todos los días nos ha hecho bueno, y pasábamos el rato en la playuki. Y tocaba Pacífico, que todavía no lo habíamos practicado. Como ya sabíamos, es mucho más frío que el mar Caribe, menos claro, pero más bravo, y por lo tanto, más diver. Por eso se le puede pegar al surf, y al Kite. En algún momento hay olas de entre dos y tres metros, lo que pa los principiantes al surf nos es más que suficiente. Hicimos surf dos días, y bueno, hubo de todo. Pillamos un clasecita también el primer día, pero hay que decir que no fue lo más profesional que hayamos visto en nuestra vida... El caso es que tiene pinta de que puede ser muy divertido, pero también te das cuenta en seguida, de que requiere muchas horas, esfuerzo, y buena condición física. Porque, jodo, remar y remar como un loco para pillar una ola, cuesta más de lo que uno pensaba. Eso sí: los segundos que estás ahí arriba, de pie, subido a la tabla, son una gozada. ¡Aunque tengo que confesar que esos segundos de gloria han sido demasiado escasos! Otro dato a tener en cuenta, son las condiciones del clima y del mar, obviamente. Porque el segundo día hacía una rasca de pelotas dentro del mar, y por mucha camiseta de neopreno que llevaras, el frío se te metía hasta los huesos, y chico, no estamos pa sufrir por sufrir. Yo al menos así lo veo. Así que queremos volver a repetir, y, en principio, vamos a pasar por bastantes lugares en los que se puede praticarlo; a ver si en el Atlántico hace menos fresquito, y hay menos piedras en la playa, que ésa era otra.
Otro tema que ha dado mucho juego ha sido nuestro balón de fútbol. Le hemos estado pegando todos los días en la playuki, y una tarde nos montamos un partido muy guapo con cinco o seis chavales que andaban por ahí. Qué divertido. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien jugando con un balón; cuatro contra cuatro, en la playa, me acordé de cuando le pegaba al fútbol-sala y de lo mucho que me lo gozaba jugando. ¡Y hubo cositas! Dejamos bien alto el pabellón español. La verdad es que la bola entretiene en muchos momentos, porque también le damos en las estaciones cuando hay que esperar a los buses. Nos ponemos a dar toques en cualquier esquina, y a la peña le entra la envidia porque todo el mundo quiere jugar siempre y nos pide el esférico. Parecemos Oliver y Benji, todo el día con el balón encima. Aaay, maños míos, así salen luego los campeones del mundo. ¿¿Sabes??
Aunque no salimos de fiesta, una noche sí que nos dimos un garbeo porque eran las fiestas del pueblo. No sé cuántos años cumplían. Lo reseñable es que en nuestro hostal, sobaba la orquesta que cantaba en la noche del aniversario de Máncora. Y claro, los tuvimos de ensayos varios días en la terraza del hostel. Y nos alegramos, porque hicimos buenas migas, e incluso, el último día , antes de irse, nos hicieron una pequeña jam session para nosotros y la jefa del hostal. ¡Mu rico! Tocaban música típica del país, y ciertamente, eran bastante buenos. Ritmazo. Nos cantaron y tocaron varios temas de su repertorio.También eran bastante cachondos, no paraban de beber birra, y soltaban buenas perlas, como, entre otras: "Si yo te amo, y tú me amas, ¿por qué no nos amamos por donde meamos?". Poesía pura. Al final quedamos en llamarlos para el finde si al final llegábamos a Lima, para ver otra actuación suya en algún garito de la capital.
Sin tener muchas ganas de mover, el jueves por la noche pillamos un bus hasta Lima. Son veinte horacas de autobús hasta llegar a la capi. No es que este lugar sea preciosísimo, ni tenga un encanto especial, pero sí que se está bastante bien. Pero no nos sobra el tiempo: tenemos que ver Lima, y hemos de llegar a Cuzco como tarde el día 22. Así que vamos que nos vamos. De momento, Perú nos ha recibido muy bien, muy calentito. ¡Y que siga así!
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