miércoles, 18 de julio de 2012

D'ias: 139-148: R'io de Janeiro (Carnaval)

''No, no hay que llorar,
que la vida es un carnaval
y las penas se van cantando...''.

Es una de mis canciones favoritas de siempre; lo extranho es que me di cuenta de ello durante este viaje. Y no lo hice en R'io, sino mucho antes: en ese pequenho para'iso en la Tierra que es Capurgan'a (Colombia). Pinha y yo todav'ia hablamos de esa playa, sentados en nuestro banco de madera frente al mar, y respaldados por nuestro amigo el 'arbol. Ah'i, al anochecer, de vez en cuando, sonaba esta peazo de canci'on, cantada por la grand'isima Celia Cruz. Desde esos d'ias (hace ya como medio anho) no puedo quitarme de la cabeza (y ahora Leo tampoco) ese ritmo, esa letra, con ese mensaje tan alegre, optimista y buenrollero.

Lo primero que haces nada m'as llegar a la ciudad es buscar el famoso Cristo. Y no tardar en verlo, aunque la primera impresi'on es que no es tan grande como te lo esperabas. Error: m'as tarde te dar'as cuenta de que es enorme pero que t'u ahora mismo te encuentras a tomar por culo de la conocida estatua.

Estamos en R'io, qu'e emoci'on; pero no tardas en bajar del cielo: el susto que te mete el primer taxi que pillas desde la estaci'on al piso en cuesti'on es de quitar el hipo. Senhoras y senhores, prep'arense, porque vienen curvas. Al final acabamos en esta ciudad y no en Salvador gracias a las gestiones de un amiago brasuco de Javi, que nos consigui'o a 'ultima hora un piso all'i. Si Brasil est'a carete (c'omo est'an los t'ios de a tope, eh? compr'andonos deuda como locos), imaginad c'omo puede ser la ciudad de R'io y en la semana de carnaval... Un cebatil. As'i que para combatir (y sobrevivir a) los abusivos precios, hay que mont'arselo como uno pueda, como nosotros, que dorm'iamos cinco personas en un piso de una cama. Al despertarnos cada d'ia eso parec'ia un campamento de refugiados. Estaba gracioso. Y sucio. Qui'en me iba a decir a m'i un anho antes que iba a pasar el siguiente carnaval en R'io de Janeiro , y viviendo en el mismo piso con dos franceses y dos ingleses (Justin y Sham, los que conocimos en Sao Paulo). Adem'as, los chicos de London, uno es negro de or'igenes caribenhos, y el otro es de raza india. Vamos, que cuando nos hac'iamos las fotos en el piso antes de salir de farra eso parec'ia una anuncio de United Colours of Benetton.

Junto con el hecho de sobar con el saco en el suelo e ir rot'andonos la 'unica cama, todos los d'ias deb'iamos de practicar el mismo ritual para no vaciar nuestros bolsillos en media hora. Consist'ia en hincharnos de comer algo muy, muy consistente, y en preparar ''los biberones'' mezcladitos de alcohol. Una vez bien comidos, duchaditos, y con provisiones para la larga jornada, ya pod'iamos abandonar el pequenho cuartel general para afrontar un nuevo d'ia en las calles de la ardiente R'io.

El carnaval de R'io es una locura, una gigantesca fiesta en las calles, plazas, parques y playas de esta ciudad. No he ido a otros carnavales, pero s'i he estado en muchas fiestas multitudinarias de pueblos o ciudades, o en muchos festivales de m'usica llenos de gente al aire libre; pero, seguramente, el carnaval de R'io es la fiesta en la que con m'as miles de personas me he juntado. R'ios, mares, oc'eanos de personas! Daba igual que fuesen las dos de la noche, las cuatro de la tarde o las nueve de la manhana: si hab'ia un bloco tocando, hab'ia gente, hab'ia carnaval. Los blocos son los grupos de m'usica, generalmente de percusi'on y algo de viento, que van tocando por partes de la ciudad a diferentes horas y d'ias. A ellos se les van uniendo miles de personas durante varias horas, sin parar. Los blocos son el carnaval y el carnaval son los blocos.

Vimos varios, claro, pero el mejor fue uno que lo pillamos desde el principio hasta el final. Eran las jodidas 14.00 horas, con un calorazo insoportable, un solaco que te dejaba KO, y todos, miles de personas, bailando como posesos en un parque, y mirando al cielo de vez en cuando, pidiendo por un poquito de lluvia para refrescar ese intenso (pero genial) infierno. No llovió, pero ahí estuvimos como cinco horas bailando con ese bloco, engullidos por la marea interminable de gente, sin ninguna gana de querernos salir de all'i, pero, sin ser conscientes de que aunque hubi'esemos querido irnos, quiz'as tampoco hubi'eramos podido. Locur'on m'aximo. Gente y m'as gente, disfraces, alcohol, sudor, colores, calor, marihuana, m'usica, risas, empujones, miradas, pisotones, vapores, serpentinas,  y besos, muchos besos...

Aayy... Y la m'usica, la M'USICA!!! C'omo tocaban esos pavos! Era el bloco m'as canalla de todos, el m'as punky, el m'as pirata; y tocaron aut'enticos temazos, rollo jazz, y temitas muy funky. Muy buenos! Me recordaron a otro m'itico carnaval al que tambi'en me encantar'ia conocer alg'un d'ia: el de New Orleans. Al que le guste la m'usica, y m'as en concreto las bandas de jazz, de R&B, de Funky... Por favor, que se baje la serie Trem'e, ambientada en un m'itico barrio de esa ciudad despu'es del Katrina; se lo gozar'a mucho.

Toda esa combinación de factores es el carnaval a pleno d'ia, a pleno rendimiento. Un no parar de energ'ia, de amor, de ritmo, de sexo, m'usica y alegr'ia. Y he dicho antes lo del tema de los besos, no? Debe de ser que se ha ido poniendo de moda lo de los besos en R'io por el carnaval, porque all'i todos los tipos van pidiendo besos o metiendo el morro directamente muy a saco. Esta todo el mundo s'uper c'erder esos d'ias en esa ciudad. Cachondismo a tutipl'en. No s'e c'omo ser'a el resto del anho por esos lares, pero puedo asegurar, porque estuve una semanita rondando por all'i, que todo quisqui, que hasta el m'as tontico que por all'i pasaba, pill'o (al menos) un beso, un piquito. S'i! Pilló beso todo el mundo! Menos yo! Qué canha me metía Anita! Jaja! Aqu'i anuncio, p'ublicamente, que, con casi toda seguridad, puedo afirmar que fui el 'unico trucho que no se bes'o durante esos d'ias en R'io.

 A pesar de esta falta superlativa de 'osculos hacia mi persona, tengo que decir que me lo pas'e como los indios. Cojonuten! Muy, muy divertido. Cómo lo pasamos. Hay cientos de fotos que dan fe de ello. Y no, no me llegué a enamorar de R'io, como le pas'o a Anita desde el principio (ella quiere vivir all'i en el futuro); ni Brasil me ha dejado tanta huella como pensaba que me iba a dejar; pero por supuesto que no puedo negar que es una bell'isima ciudad, y que cuando llega el carnaval, s'i que se lo saben montar y a lo grande. Y es que festejar en la calle, al aire libre, siempre es lo mejor. El ver miles de personas de todo el mundo, alegres, bailando, cantando, borrachos, disfrazados, eufóricos, crea un buen rollo enorme, y entonces toda esa energ'ia se concentra, se va transformando y se vuelve poderosa. Es una fuerza de energía difícil de controlar. No entiendo c'omo, en el anho 2012, todav'ia hay mucha gente que subestima el asombroso y tremendo poder que puede llegar a ejercer la M'usica en una masa de gente.

Entre bloco y bloco, paseo y paseo, bus y bus, y porque al final nos quedamos m'as d'ias all'i, pudimos ver y conocer pr'acticamente todo R'io. El barrio de Botafogo que es donde estaba nuestro primer piso, Copacabana, Ipanema, Leblon, Fluminense, Santa Teresa, Lapa... Realmente es una ciudad cinco estrellas. La playa que va de Copacabana hasta Leblon pasando por Ipanema es una aut'entica pasada; un lugar donde perderte cada d'ia de la semana al salir del curro, donde sentarte y sentir la arena en tus pies desnudos y contemplar ese bravo (y curiosamente siempre  fr'io) mar; o ver a ellos jugar al f'útbol, o a ellas, simplemente, caminar. Otro día, "había que hacerlo", llegamos a subir al Corcovado, al famoso Cristo. Y despu'es de subir en un tranv'ia muy mono, y de pagar el pastizal para entrar, llegas all'i arriba y... Y yo no sent'i nada. Nada especial. Quiz'as algo de v'ertigo cuando me asomaba hacia abajo, pero nada m'as. Hab'ia gente ah'i arriba que estaba como en 'extasis, a punto de estallar de placer. Pero no fue mi caso. Me fliparon las vistas, porque se ve todo R'io a la perfecci'on. Te haces una buena idea de cómo es realmente la ciudad. Y me gust'o mucho subir justo al atardecer, y sentir all'i arriba el cambio del d'ia a la noche. El cambio paulatino de colores, las luces... Pero nada m'as, podr'ia haber estado all'i cualquier estatua; me parece a m'i que los jesu'itas no llegaron a inculcarme muy a fondo todo lo que ellos hubieran querido.

Santa Teresa es otro barrio muy guapi de la ciudad. Est'a en plena colina y subirlo y bajarlo a pie con cuarenta grados a la espalda es bastante movidica. Pero es muy bonito. Tiene pequenhas tiendas de arte, garitos guapos, y muchos grandes casoplones antiguos que le dan mucha clase a sus calles. Casonas viejas, con jardín, bonitos patios, y verdes y vivas enredaderas recorriendo sus muros, como tatuajes en la piel. En lo alto de este barrio pasamos nuestras dos 'ultimas noches, en una posada que estaba en plena favela... Pero eso lo cuento luego, antes no puedo retrasar m'as el hablar de nuestro verdadero barrio, donde no dorm'iamos, pero en el cual acabamos todas y cada una de las 9 noches que pasamos en la ciudad. El aut'entico e inimitable barrio de Lapa. Lapa Rules! Qu'e tiene este barrio? Fiesta callejera, brasilenhos, el verdadero y real carnaval. Es un barrio obrero, humilde, con ra'ices. Es el barrio donde muchos guiris no quieren ir o al que algunos brasucos tampoco van y te dicen que no lo pises ni loco. Es un barrio un poco especial , s'i, pero tampoco es para tanto. Acabamos all'i la primera noche y ya no dejamos de ir nunca m'as. Aunque se acabase todo en la ciudad, aunque no hubiese ni un bloco m'as, sab'iamos que siempre habr'ia gente, siempre habr'ia algo en Lapa. La primera noche recuerdo un pequenho grupo de percusi'on que ya estaba acabando, en una estrecha calle del barrio, y hab'ia un t'io en el centro dirigi'endoles a todos, anim'andoles, manteni'endoles cachondos. Era brutal, porque fue el primer contacto de verdad con el carnaval. El t'io era un crack, como un jefe loco de una tribu africana. 'El era su cham'an, y ellos tocaban lo que los dioses a 'el le indicaban.

Siempre acabámos en Lapa, era como un imán. Allí conocimos al Caipirinha Master; ése era nuestro apodo para él, porque su nombre sigue desconocido y, adem'as,  no interesa. Qué tío! Preparaba las mejores caipirinhas de la ciudad, y las más baratas! En su puesto callejero las preparaba por doquier y nosotros fuimos sus clientes VIP por una semana. Lapa molaba. Tiene carácter. Mucha música. Y la gente iba fina, pero eso también pasaba en todos los barrios. Lo que en éste, sí recuerdo un olor muy fuerte, intenso, interminable, hechizante... Como si fuese el olor del jabalí que atrapaba siempre a Obelix. S'i, ese tipo de olor, como si fuera una espesa manta que te cubre. Nunca había olido a tanta marihuana en plena calle en toda mi vida. Ni Zaragoza, ni Medellín, ni Amsterdam ni leches. Esa calle del barrio de Lapa parecía una convención internacional por el progreso del cannabis.

Bufff... Hay miles pequenhas historias que contar, pero esto se hace mu largo. Vamos rápido: latas, latas, latas por todas partes! Dios mío, qué esta pasando, nos invaden las latas! Así te sentías por la calle. Había millones de latas (casi todas de birra) esparcidas por todo Río. Exagerado. Me encantaría poder darle a un botón y saber cuántas se recogieron sólo en esa semana y en esa ciudad. Estoy seguro de que ninguno os lo creeriais. Era el Imperio de la lata, y cientos, quizás miles de personas curraban recogiéndolas, para cambiarlas luego por cuatro centavos que les darán. Otro tema: los ninhos de la cancha de fútbol-sala que teníamos justo debajo del primer piso, en Botafogo. Uno jugones! Mucha clase, casi todos descalzos, jugando muy rápido, y mofándose y picándose los unos a los otros con regates imposibles. Luego les pierde la samba, pero cómo juegan estos brasucos.  Y como hablo de los ninhos, también hablo de las ninhas: me flipan los pelazos que llevan algunas por aquí! Esos pelos rizados, hacia arriba, rollo afro. Ummm... Molan mucho. En otro orden de cosas, tambi'en habría que comentar que la última noche me atracaron, en Lapa, pero que no me pasó nada. Esa noche, la última de fiesta, acabamos los tres separados, sin saber muy bien cómo. Y bueno, a mí me pasó lo que podía pasar perfectamente: un tío blanco, solo, borracho, de noche, en carnaval de Río, y en Lapa, es más que una probable presa para un atraco. Mucha gente ni lo sabe pero es que no fue nada grave: me tiraron al suelo por detrás, me fui a volver, me dieron una bofetada en la cara, me gritaron algo en brasuco, me quitaron el dinero de un bolsillo, y se piraron corriendo. Nada más. Reminder: no pasear solito por donde no debo. En fin, en este especie de cajón desastre de recuerdos del carnaval, me dejo para el final, nada más y nada menos,que mis preciosos pies. Cómo llevo los pies, senhores! Brasil, y el carnaval, es lo poco que les faltaba para estar más asilvestrados que nunca. Son mis nuevos pies, mucho mejores, tiene nosmbre, son los: Happy feet.

Decía antes (que me pierdo) que las dos últimas noches las pasamos en una favela, en Santa Teresa, arriba del todo de la colina. A ver, era una favela muy peque, y parece que tranquila, sin guerras de droga ni nada de eso. Por lo menos de momento. Todo el mundo sabía dónde estabas alojado y todos te saludaban y no hubo ni el más mínimo problema. Ni siquiera llegando solo y por la noche. Fue una gran elección: un sitio tan diferente, en aquel curioso lugar. Me encantó. Aunque seguía siendo caro, era barato para ser carnaval. Y tenía un terrazote que era muy crema. Lo mejor del sitio. Se veía medio Río. Teníamos debajo todo Santa Teresa, y al fondo, el Pan de Azúcar. Se estaba de lujo.

La última noche, ya sin farra, nos quedamos tirados en el suelo de la gran terraza. Descansando, con una temperatura muy agradable, mirando a las estrellas. Al final, de lo bien que se estaba (y de la tremenda reventada que llevábamos en el cuerpo), ni bajamos hasta la cama, nos quedamos sobados, tirados en el suelo de la terraza. Y yo me acuerdó que me dormí pensando en perros. En los perros de la favela, que estaban callados, y de repente, sin saber por qué, empezaron a aullar todos ellos. Las decenas de perros que había empezaron a ladrar, se estaban contando cosas, los unos a los otros, y yo me preguntaba el qué. Qué se contarán los perros? Se reirán a veces de nosotros? Tienen diferente acento según sean de una zona del planeta u otra? Cosicas... Y así me sobé, y así acabé mi primer e inolvidable carnaval de Río: pensando en perros con acento portugués.

3 comentarios:

  1. Ya pa ksa llevarías pk tela, pero al q te dió la bofetada... Te quedaste con su cara?. Gos

    ResponderEliminar
  2. how do happy feet make ends meet?. Just curious.

    ResponderEliminar
  3. No me qued'e con su cara, no. Pero no soy rencoroso. :)

    Make ends meet?? Magic tricks!!


    joviak

    ResponderEliminar