Qué difícil es hablar ahora de Bolivia. Parece un universo extranho y lejano en estos momentos. Leo mis notas y empiezo a recordar, y me doy cuenta de que sólo han pasado unas semanas desde entonces, aunque ahora mismo me parezcan meses.
Dejamos Cuzco, y tras no sé cuántas horas de autobús, y X horas de furgoneta, llegamos a la frontera con Bolivia. La primera impresión es fuerte: la oficina que se ocupa del dichoso papeleo de siempre, es un garito que parece una penha de pueblo de unos adolescentes en plenas fiestas de su patrón. Finalmente, después de otro pequenho trayecto en van, por fin llegamos a nuestro destino: Copacabana. Que suena a Brasil pero que se parece un fajo. No, Brasil no es.
Copacabana es una pequenha localidad (ciudad) a orillas del inmenso lago Titicaca. Nos esperábamos un lugar alegre, marchoso, vital, y no es exáctamente lo que nos hemos encontrado. El sitio no es un funeral, pero tampoco es Pamplona en San Fermín. Puede que el problema es que, al principio, al compararlo todo con el Machu Picchu, y con el trato que nos dieron en el Inka Trail, cualquier cosa sepa a poco, y es bastante complicado no desilusionarse. Y es que, Bolivia es el país más pobre de Sudamérica, y se nota desde el principio, desde la mismísima frontera. Ser pobre, o tener menos dinero, mejor dicho, no quiere decir ser peor, para nada; pero hay que estar un poco preparado para el drástico cambio que van a recibir todos tus sentidos.
Lo mejor de Copacabana, y casi lo único, creo yo, es que está banhado por el grandioso lago Titicaca. Lo de este lago es una locura. Datos: es considerado el lago a gran altura más grande del mundo, con una superficie de 8.400 km², y a una altura de 3.800 metros. Tres mil ochocientos metros!!! Cuando te adentras en él, te da la sensación de estar en el mar; con sus olas, las múltiples embarcaciones navegando por el mismo, y el horizonte al fondo, sin poder divisar el final. Es muy bestia.
Nos metimos en el lago (en barco, y en una excursión contratada, quiero decir) para poder llegar hasta la Isla del Sol, un mítico lugar para los inkas, ya que para ellos y según su mitología, allí nació el Sol. Y como creo que ya os comenté, estas movidas mitológicas nos encantan al Equipo entero. A mí me flipan. Y cuentan que aquí es donde el dios Viracocha y los primeros inkas hicieron su mística aparición.
En la Isla del Sol nos marcamos un trecking que te cagas. Sí, que después de Perú vamos de expertos y ya usamos el argot de montanhero, sabes??? Pero, para variar, seguimos teniendo menos orientación que un perro sin su olfato, o que un esquimal en el jodido Corte Inglés. Oh yes, nos perdimos again. Vaya pateada del horror. Además de que pegaba un solaco du inferno, además de que no teníamos ni agua (porque en teoría, y en realidad, era un suave paseo de dos horas), además de todo ello, la maldita altitud boliviana nos pegó con todo lo gordo, y, sinceramente, hubo momentos muy duros. De hecho, al final tuvimos que contratar a un abuelo para que nos llevase en su bote y llegar a tiempo para poder pillar el barco de regreso a Copacabana. Llegamos cinco minutos tarde y menos mal que nos esperaron, porque nos hubiera tocado hacer noche en la isla y no estaba planeado.
Capítulo aparte para el tema de la altitud de Bolivia: es una auténtica pasada. Cuesta moverse, simplemente pasear un rato ya es muy costoso. La falta de aire es exagerada. Subes una pequenha rampa, una mínima colina, y tu corazón se pone a mil, y tus pulmones se sienten totalmente desbordados. Fatal. Hay momentos, muchos, en los que tienes que parar a respirar, porque te sientes como si te ensenhasen "el fondo del mar". Sí, esa técnica que utilizan, entre otros, los Yakuza; y consiste, simplemente, en tapar la cabeza del pringao de turno con una bolsa de plástico, y atársela al cuello, hasta que el pobre hombre esté casi asfixiado y siente que su cabeza va a explotar, y sus ojos van a salirse de sus órbitas. Mu rico. En serio, de verdad que se nota, se nota y mucho. Son 3.800 metros de altitud! Por ello mismo, cuando juegan al futból en La Paz, ahí no les gana ni el mítico Brasil de Pelé.
Bolivia... Qué diferentes somos, sin duda alguna, pero también qué difícil lo ponen ellos!! En breves, seguimos con ello. Nos queda La Paz, y el salar de Uyuni.
Me voy a mimir, que falta me hace.
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