Antes de todo, debo corregir el lapsus del último post: no nos
vamos a Laos, de momento, será el siguiente país a visitar, antes vamos a
disfrutar de la poco reconocida Camboya. Una nación que nos sorprendió de lo
barato que era; más que Myanmar y mucho más que Tailandia. De hecho, cuentan
que Tailandia era así hace 10 años, y que los camboyanos ya van de camino,
occidentalizándose... Es lo que hay. Al final acabaremos siendo todos iguales,
orientales y occidentales, como una fábrica de clones. Vamos, un coñazo.
En mi diario de viaje tengo todo tipo de
notas, de frases y de pequeños textos; había semanas muy productivas en las que
anotaba de todo, y había otras en las que casi no escribía nada. Las de Camboya
fueron de las del segundo tipo. Poco material escrito veo. Las primeras
palabras que anoté en Camboya y sobre Camboya fueron a bordo de un barco, iba
yo solo (me refiero a sin nadie del Equipo), y ya llevábamos en el país como 12
días.
El barco me llevaba de vuelta al
continente, a Preah Sihanouk o Sihanoukville, como ya la conoce todo quisqui.
Habíamos pasado 3-4 días en la Monkey Island. Una islita minúscula, en el
golfo de Tailandia, con una playa preciosa. Recordaba un poco a Capurganá, en
el Caribe colombiano, por su belleza, su paz y tranquilidad, por su precario
sistema eléctrico, y por su casi total virginidad... Uno de esos lugares con
magia, donde parece que no pasa el tiempo, y la sonrisa se te congela en la
cara. Allí nos pegábamos metidos en el mar como 10 horas al día, buceando o
jugando al fresbee, felices cual delfines. Las otras actividades eran sobar y
comer rico. Probé con Piña el mejor Fish&Chips del mundo mundial,
pescado y cocinado por un British que había escapado de su isla para instalarse
en otra mejor, donde pega el Sol, el mar es transparente y se escuchan las aves
y los monos en lugar de los coches. Otro gozador más listo que la mayoría de
nosotros.
Como ya he dicho,voy conmigo mismo. Me
apetecen un par de días de ir a mi bola, estar solo, básicamente. Creo que
fueron los únicos tres días en todo el año que estuve sin nadie del Equipo.
Algo que para personas como yo, que necesitamos nuestros momentos de soledad y
que estamos acostumbrados a ellos, es totalmente necesario. Ahora que miro
hacia atrás, me parece alucinante haber pasado tanto tiempo con gente,
constantemente. Pobre Leoncio, mi fiel compañero de alcoba, tuvo que sufrir en
más de una ocasión la rareza de mi persona... Y, además de mi pequeña necesidad
de soledad, también quería ver la semifinal de la Eurocopa contra Portugal, y
en esa isla era imposible. Por no hablar de una germana, Caroline, que no me
hubiera importado volver a ver...
En Sihaunoukville también pasamos unos 5
días en total. Lugar muchísimo más turístico, lleno de hostales molones y
garitos gestionados por locales pero cuyos dueños eran todos British. Por las
noches, en todas y cada una de ellas, locales y guiris nos íbamos de fiesta:
bares de playeros, buckets, beer pong y mucho baile. La ciudad, que es el
primer puerto del país, cuenta con una interminable playa. Las barbacoas
diarias (3 dollars) al atardecer en la playa, tu peazo de birra fría de barril
(¡cuarto de dollar!), con los pies jugueteando en la fina arena, con el mar a
tan sólo 6 metros, y tumbado en una jodida maravilla tecnológica artesanal de
bambú, que era un híbrido de silla-puff-tumbona que te morías del gozo.
Los camboyanos son gente muy abierta, cercanos, simpáticos, cantarines, incluso payasetes, y son como muy tocones. Algo les pasaba allí conmigo, sobre todo en Sihaunoukville, porque no paraban de hacerme chorradicas y bromitas cada dos por tres. Muy majetes, la verdad.
Cuando volvía de Monkey Island era el 27 de junio de 2012. Llevábamos justo nueve meses de viaje. Un parto, una gestación. Ya sólo nos quedan tres meses más, amigos, un cuarto del camino. Se dice pronto. Salimos de Madrid un 27 de septiembre de 2011 (lo llevo tatuado), y teníamos claro que queríamos apurar el billete de avión hasta el final, hasta el último día posible: el 27 de septiembre del siguiente año.
Ya sólo nos queda Laos, nos queda Vietnam, y nos queda la India. Pero no tan deprisa, culebrillas, todavía nos falta la mitad de Camboya... Y os va a gustar.
Bien. Tú como Alonso, a cuatro paradas.
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