Después de diez días, Leo y yo conseguíamos salir de la isla. Más parecía Shutter Island que Morro, de lo complicado que era escapar de allí. Nos fuimos un poquito hacia el sur, a otro lugar que todos los que lo conocían lo recomendaban, esta vez en el continente. Se llama Itacaré. Es un pueblo de pescadores, muy tranquilo, y bastante humilde, aunque poco a poco va atrayendo a más turistas. Y no siendo una isla, también está repleto de playas muy bonitas. Además, es el sitio de Brasil más barato en el que hemos estado, con unos precios bastante aceptables y que daba gusto estar después de tanta punhalada. Por otra parte, es totalmente diferente a Morro: esto estaba lleno de brasucos, y no de argentinos!
Si Morro fue playa, fiesta y convivir con mucha gente nueva, Itacaré fue m'as playa pero muy relajado y mano a mano. Se estaba muy bien y nos hubiese gustado pasar allí algún día más. Las puestas de Sol eran también impresionantes, y como ya he dicho, las playas eran pequenhitas, pero muy bonitas y coquetas (odio esa palabra). Estuvimos en varias, como en la de Tiririca, pero la mejor de todas era Prainha. Playaca! Para llegar hasta ella, había que cruzar de nuevo la jungla, y para variar hubo un momento en que nos perdimos, porque había mil caminos posibles y allí no había un maldito cartel de senhalización ni pasaba ningún lugarenho por el camino. La diosa Fortuna estuvo esta vez con nosotros, y llegamos bastante rápido y sin jamada alguna. Y eso: que la playa se las traía. Qué guapo. Era como la de Lopes Mendes en Ilha Grande: virgen. Una gozadica! Ni chiringuitos ni ná de ná. Casi ni gente había porque estábamos cuatro! Una playa no muy grande, limitada a izquierda y derecha por grandes rocas, con arena fina y blanca, con la jungla como telón de fondo, y con un mar muy molón! Por fin unas olas guapas de verdad! Bien de olas y bien grandes. Me recordaba a cuando viví de peque en Viveiro, Galicia. Allí sí que había olas! Es mucho mejor, más divertido, un banho con unas olas que te den respeto, que te men'een bien el cuerpo, y no hacerlo en un mar que parece una sopa: no hay color!
Y es que allí, en Itacaré, sí que le meten mucho y muy bien al surf. Tienen las olas perfectas, y parece que tiempo libre les sobra a los colegas. Joder, cómo viven algunos brasucos de relajaos! Qué bien se lo montan. En comparación con ellos, hasta los espanholes parecemos más estresaos que una hormiga china. Sí, sí, sí, vimos varios tíos jóvenes que surfeaban de puta madre, mucho level. Manejaban la tabla como si fuese un skate. Pero también se veía al típico madurete tomándoselo con calma encima de su tabla larga y gozárselo a saco. Y ninhos también. Recuerdo que le hice una foto a una mocosa brasileira, que no paraba de intentar pillar una ola tras otra ya cerca de la orilla. No pillaba una. Pero esa ninha, con su traje de banho de princesita, y su pelazo a lo afro, en cinco anhos hará trucos encima de la tabla que no los hemos visto ni en la tele.
Qué tíos. Es que si me pongo a pensar, no es que le pegasen bien sólo al surf, es que allí todo quisqui también jugaba de lujo al fútbol y también hacían casi todos capoeira. Unas máquinas, te lo digo! Daba gusto verlos. Playa, atardecer, y capoiera. Los cuerpos que tienen (es as'in), la velocidad, agilidad y exactitud con que realizan todos sus movimientos. Es impactante la primera vez que ves un espectáculo de capoeira en directo. Impresiona. Van mucho más rápido de lo que te imaginas, y el margen de error con el que trabajan es mínimo. Fue una pena no tener más tiempo (el puto tiempo!) , porque quer'iamos recibir tres o cuatro clases y no pudimos. Lástima. Next time!!
La falta de tiempo... Y eso que al final pudimos retrasar dos días nuestro vuelo a México. Si no lo llegamos a hacer, lo perdemos. Vaya estrés esos días con el cambio de vuelo, sus muelas! Eso nos pasó por atraparnos más de la cuenta en Morro... Pero, como casi siempre, todo nos salió a pedir de boca. Pudimos estar dos días más en Itacaré; pudimos pillar un bus hasta Sao Paulo, en lugar del vuelo interno que costaba un ojo de la cara; y como colofón, pudimos pasar una última noche de farra en la ciudad, y con unas chicas espanholas, muy majas, que conocimos en Morro y que una de ellas nos dejó instalarnos en su piso esa última noche en el país de la samba.
Después de un completísimo e involvidable mes y medio, abandonamos Brasil. Y dejábamos atrás también a Sudamérica. Qué pasada, qué rara es la percepción del tiempo. A veces me parece que hace sólo un mes aterrizábamos en Bogotá, nuestro primer destino, y otras tantas veces, parece que hayan pasado ya tres anhos. Colombia, Panamá, Ecuador, Per'u, Bolivia, Argentina, Chile y Brasil. Siento la expresión (bueno, no, realmente no la siento), pero casi me pongo palote al recordar todo ello. Inolvidable, irrepetible, y casi seguro que, inmejorable. Sudamérica: qué gran continente. Muchas gracias por todo! Y sobre todo: millones de gracias, besos y abrazos a toda la gente maravillosa que hemos ido encontrando por el camino. Gracias!! Gracias por todas las experiencias vividas y por todo el amor compartido.
Y, ahora qué?? Ahora, VIVA MÉJICO, CABRONES!!!!
Hoy en Sopelana, Vizcaya, también olas importantes. Bss., Gos.
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