Buenos Aires mola. Mucho. Después de tantos días esperando llegar, incluso años podría decir, las expectativas se cubren sin duda alguna; y eso no es fácil: cuando esperas algo con muchas ganas normalmente nunca llega al nivel que deseas.
Hasta ahora es el lugar donde más tiempo hemos pasado, y por algo será: porque atrapa. Sin discusión, es la ciudad más europea de todas las que hemos visitado. Al hacer este viaje, entre otras muchas cosas, queríamos conocer lugares y culturas diferentes a la nuestra, pero también es agradable pasar unos días en un sitio en el que te sientes casi como en casa. Y es que, al pasear por las calles de esta gran ciudad, yo me sentía como dando un paseo por Madrid, por ejemplo; y Madrid me encanta. Las calles, los edificios, los comercios, incluso las personas, son muy similares a los de la capital española.
Respecto a las personas, con los argentinos, los porteños más concretamente, nos hemos llevado una gran impresión: ¡son muy agradables! Y es que todo el mundo ha escuchado hablar del prototipo argentino: chuleras, orgullosísimo de sí mismo, que se quiere demasiado, que te vende la moto como sea, etc... Todo eso puede ser verdad, y casi nada de ello es algo malo (si no te pasas), pero con nosotros ha habido muy buen rollo desde el minuto uno, desde el primer taxista, vamos. Son gente abierta, divertida, ingeniosa, muy comunicativa, y lo más importante: en general, muy buena gente. Hay que decir que ser europeo en esta ciudad ayuda: todo la peña tiene un padre, una abuela, un tío, o unos primos españoles, franceses, italianos, alemanes o qué sé yo, y el cariño y la simpatía se notan desde el primer momento.
Más puntos a favor de esta gigantesca urbe: la comida y las mujeres. ¡ÑAM! Obviamente, allí se puede comer absolutamente de todo, como gran ciudad que es, pero sí que gran parte de su dieta diaria se basa en tres cosas que a mí personalmente me flipan: carne, pasta y pizza. Y qué carne, qué pasta y qué pizza... Rico, rico. Aquí montarse un asadito con los amigos en fin de semana es casi como una religión; y qué bien hacen. Su carnaza es espectacular, y aunque en ciertos restaurantes te pueden meter algún que otro serruchazo importante, también tienes la opción de ir al súper, y pillarte allí unos buenos bifés de lomo por cuatro perras, y te los comes en el hostal tan ricamente. Es imposible cansarse del sabor de esos trozacos de chicha.
¡Ah! ¡Las mujeres! Esas grandes desconocidas... Todo el mundo (hombres más bien) me está preguntando a lo largo del viaje lo mismo: ¿dónde están las mujeres más bonitas? Y casi todos aquí (ya allí), en Sudamérica, apuestan por las mismas: colombianas, brasucas y venecas. Pero no, no ha sido así para mí. Debe de ser que por muy español que sea, soy mucho más europeo que latino, y estoy acostumbrado a un tipo de mujer diferente al de esos países. Las curvas, las caderas marcadas, los culetes anchos....Para gustos, los colores. Pero, así en general, las chicas más guapas, más atractivas y más interesantes que he conocido en este viaje son de Argentina, y más concretamente, de Buenos Aires.
Estando allí tantos días, casi tres semanas en total, repartidas en dos tandas, te da tiempo a conocer todo lo que desees, y la verdad es que hay mucho que ver. Es imposible contar todo lo que hicimos durante esos días, porque además sería un coñazo, pero vimos todo lo que quisimos ver, y además, sin prisas. Un ejemplo de lo que estoy comentando, la calma, el hecho de no sólo conocer una ciudad, sino "vivir" en ella, es que un par de noches fuimos al cine, que hacía tiempos que no íbamos. Cómo mola el cine. Siempre que voy (y voy muy poco), me acuerdo de lo mucho que me gusta, y pienso que debería ir más a menudo. El caso es que una de las pelis que vimos fue La piel que habito, la última de Almodóvar. Y fue una sensación extraña: una vez más, al salir del cine, te sentías como en casa, como en España. Por cierto, la peli es una perlada del horror, almodovariana cien por cien, y a mí me flipó; me quedé con ganas de muchos más minutos de metraje, y eso siempre es bueno.
Sigo con cosicas guapas: el mercadillo callejero de los domingos en San Telmo. Muy chulo. Hay de todo: mucha ropa, mucha comida rica, y cachibaches de todo tipo y de cualquier e'poca. Tiene much'isima vida, y te puedes pasar tranquilamente paseando el domingo entero por esas calles, viendo a la gente comprar y vender cualquiercosa que se te ocurra.
Otra de las cosas que disfrut'e all'i fueron los 'aticos de los edificios, de los hostales. Estuvimos en dos hostels diferentes y estuve en sus dos 'aticos, y all'i es como si se rentalizase la vida de la ciudad por un rato. All'i en las alturas pod'ias estar de fiesta con la gente del hostal, antes de salir. Pero tambi'en pod'ias subir porla manhana, al empezar el d'ia (o al acabar la noche), y estar tranquilamente en silencio, con la brisa en la cara, viendo la ciudad despertar.
Pasamos las Navidades en Argentina. La nochebuena en Buenos Aires. Es la primera vez en mis 29 anhos de existencia que pasaba esa noche sin mi familia, sin mis padres y hermanas, y ya s'olo por eso se hizo muy diferente. Nos lo montamos bastante bien, y en lugar de ir a cenar a un restaurante guapi donde se nos iba a hacer muy caro, nos pegamos el d'ia de compritas y nos preparamos una cenita de post'in en el hostel. As'i. adem'as, el ambiente fue m'as casero y familiar.
Despu'es de la suculenta cena, s'i que nos dejamos todas en ir a la supermegaguay discoteca de moda en la ciudad: craso error. El hostel organizaba viajes y all'i que fuimos, con buseto que nos llevaba a todo el rebanho incluido. Todo pintaba genial hasta que se li'o la cosa, y es que esos sitios tan refinados no casan mucho con nuestro rollico. La s'uper fiesta de nochebuena deriv'o en la s'uper mierda para olvidar. Cuando juntas porteros de discoteque con polic'ia corrompida, nada bueno puede resultar para el ciudadano/cliente de a pie. El caso es que Anitosss, Leoncio y Pinha acabaron (a la hora de entrar al garito) expulsados de muy malas maneras, insultados, zarandeados, e incluso agredidos por los susodichos hijos de puta de casi siempre. No entiendo como, muchas veces, la gente que cobra por establecer la paz y seguridad en un evento o local, tiende a imponer la fuerza, violencia y el caos. El cl'asico abuso de poder se hizo presente, y mis amigos sufrieron heridas f'isicas y vejaciones por parte de unos gorilas sin cerebro y sin venir a cuento. Todo empez'o por un resbal'on de Anita, que cay'o al suelo, y acab'o en tres extranjeros de rodillas en el suelo y esposados, con moratones y camisetas rotas, como si fuesen unos hooligans que hubiesen prendido el coche del duenho de la discoteca. El susto fuer gordo, muy gordo, sobre todo para Anita, que debi'o de entrar en un pequenho estado de histeria, y la pobre estuvo temblando, literalmente, de los nervios hasta que se durmi'o dos horas m'as tarde en la cama del hostel. Vaya fiesta de nochebuena, qu'e desgraciados. Yo, por suerte me salv'e, porque estaba ocupado en otros menesteres, y menos mal.Me neter'e de todo esto a la mananha siguiente. Porque con el historial que tengo de buenas relaciones con porteros de todas partes, y con lo nazis que eran estos tipos, seguro que me hubiera llevado la peor parte, como siempre, y estos matones de tres al cuerto me hubieran dado una buena paliza como casi se la dieron a Leo. Qu'e gentuza, y es que cada vez que lo pienso, m'as me caliento... En fin, son ya tres meses de viaje, y quitando las disputas de Uyuni y este lamentable episodio, todo ha ido como la seda, y con eso nos tenemos que quedar.
Podr'ia hablar de muchos lugares m'as, porque lo vimos casi todo. Como el barrio de la Boca, con su caminito, que tiene un encanto especial. Podr'ia hablar de los espect'aculos callejeros de tango, que destilan clase y glamour. Podr'ia hablar de los cientos de garitos para salir de fiesta que hay all'i, que son much'isimos y muy variados. Podr'ia hablar de que visitamos la Bombonera y el Monumental, y de que aunque yo soy de River a muerte, el barrio y el estadio de los bosteros me cuativ'o mucho m'as. Podr'ia contaros que me qued'e con unas ganas tremendas de ver un partido de f'utbol en cualquiera de esos dos m'iticos lugares, y de que por s'olo una puta semana no lo pudimos vivir, ya que la temporada justo hab'ia llegado a su fin. Podr'ia hablar y extenderme sobre tantas cosas y tantos lugares que me gustaron, sobre tantos paseos que nos dimos. Podr'ia hablaros sobre muy buena gente que conocimos, como los mexicanos de Uyuni residentes all'i, o como Celeste y Yamila, dos portenhas muy simp'aticas, agradables, y por qu'e no decirlo, muy guapas las dos. S'i, podr'ia escribir cientos y cientos de palabras sobre Buenos Aires y no cansarme. El riesgo que corro es aburriros a los que le'eis, y el dejarme todas pagando en este ciber de Ko Phi Phi, en Tailandia, que, precisamente, barato no es.
Me despido de Buenos Aires, de su gente, de sus calles, de su ambiente, pero lo hago con un hasta luego, porque estoy seguro de que voy a volver. Porque me ha encantado. Porque podr'ia vivir all'i una temporada encantado de la vida. Porque quedan cosas pendientes. Porque Buenos Aires, y ya lo he dicho: mola. Mucho.